El debut como directora de Brittany Snow, Paracaídas, cuenta la historia de dos mejores amigos que recorren la línea que separa el amor incondicional de la dependencia. Ethan y Riley acaban de dejar atrás una situación un tanto delicada, justo el mismo día. Ethan (Thomas Mann) acaba de salir de la cárcel por lanzar una botella de cristal por el balcón. Riley (Courtney Eaton) acaba de salir de un centro de terapia por trastornos alimenticios, adicción al amor e intento de suicidio. Cuando se conocen, encajan a la perfección. Se pasan el día en el piso de Riley y recorriendo Nueva York e incluso presentan a sus respectivos mejores amigos, que acaban siendo pareja. Riley asiste a terapia y Ethan intenta ayudarla a recuperarse, a pesar de ser una lucha diaria. Ella consigue trabajo como presentadora en una cena teatro mientras Ethan sigue metido en el mundillo de las bandas indies, deseando verse a sí mismo en el escenario. A él, todos los defectos de Riley le parecen bonitos y quiere que se vea así misma tal y como él la ve. Riley adora a Ethan y su talento y altruismo la inspiran. Son almas gemelas. El mundo solo tiene sentido cuando lo afrontan juntos. ¿Verdad? La realidad se abre paso. La lucha diaria por recuperarse, la situación familiar de Ethan y sus sentimientos empiezan a abrir una brecha entre ambos, una brecha que ninguno de los dos quiere aceptar. A medida que su relación se desmorona, Riley también, volviendo a sufrir las consecuencias de su trastorno alimenticio e ignorando a sus amigos. Vuelve a verse igual que cuando tuvo que ir al centro de terapia y algo muy grave le hace abrir los ojos. Pasa el tiempo, Riley se recupera, y por fin logra ver y agradecer que su relación con Ethan la ayudara a crecer y, finalmente, mejorar.